Como un perro

Un hombre alienado que quiere ser perro en un mundo que, por cierto, alimenta la paranoia. Este es el punto de partida de Dóberman

Gustavo Ferreyra. auto de Dóberman, novela ganadora del Premio Emecé.foto.fuente:pagina12.com.ar


Por Esther Cross

El showman se llama Joaquín Riste, está en el escenario, frente al público, y de pronto no puede hablar. En medio del bloqueo se abren las compuertas del recuerdo. El yo público se cierra, pero en la cabeza del showman aparece el desfile de su vida privada: una madre vergonzante y pedigüeña, la pobreza, la hermana cruel de tan ingenua y los sueños, mortales al no cumplirse. El flashback une el pánico escénico con el resto de su vida. No es un viaje de ida. El showman mira al público, se da cuenta de lo que pasa, recuerda y cuando vuelve a mirar la platea nota los cambios que amenazan con vaciar la sala. El tiempo se congela en ese instante de parálisis mientras se echa a rodar la película de la infancia, que lo proyecta hacia adelante. En este momento preciso, el momento de la falla, cuando se corta la comunicación y se abre el túnel del tiempo, empieza la novela, la historia, la escritura de Dóberman.

Joaquín Riste está a punto de caer en picada. Pero estamos en un mundo de oraciones que siguen su cauce aun después de terminarse. Riste cae en un mundo en que –descubre al tiempo– siempre hay "un pantano en cualquier dirección, en lo alto y en lo bajo".

De chico quería ser un perro. Un perro especial y un showman conocido. Ahora es un hombre doberman y lee la vida en esos términos. De a ratos tiene ganas de morder, a veces "en las carnes de algo que representara la vida". Quiere ladrarle al mundo entero y en algunos momentos ladra literalmente. Es un "doberman pervertido que desea a los humanos" y trata de vivir en una época en que se puede ser "perfectamente feroz y elegante", como le dice su jefe, un funcionario menemista para el que empieza a trabajar de chofer en Cancillería. Pero Dóberman no es sólo la historia de un hombre que se cree perro.

Tampoco es sólo la historia de un showman fracasado que pasa de chofer de Cancillería a peón político de un funcionario acomodado. Hay una misión, una "operación" de inteligencia y espionaje en Varsovia. Hay una cama de hospital donde Riste convalece después de una operación, literal y terrible y, sobre todo, hay un viaje al mundo de Riste, el hombre que piensa en su vida con un lenguaje colmado de dilemas y sentidos.

Dóberman. Gustavo Ferreyra Emecé 317 páginas

Riste, el perro, sigue a un perro por la calle. Lo sigue cuadras enteras, lo sigue por un barrio hasta que cruza la línea fina que separa el seguimiento de la persecución. Son las vueltas implacables que tiene esta historia, donde todo llega al límite. Riste es un servidor obsecuente pero también será un amo pendiente de sus servidores. Ve las dos caras de todo con una lucidez de doble filo. La crudeza no impide la ironía, las contradicciones reveladoras, las paradojas brillantes. Riste "se figura" que tiene "un cierto plazo para hacerse de un amor", le gustan las mujeres de los años '40 y '50, pero también –nos damos cuenta– las de cuarenta y cincuenta. Trata de adivinar lo que los otros quieren de él y adivinen lo que pasa.

La cabeza de Riste marcha a un ritmo que no para y hace que todo –lector incluso– empiece a moverse. Entrar en la historia de Dóberman es entrar en un lenguaje. Es entrar también, entonces, en un mundo con sus especificaciones. Las oraciones se abren paso, avanzan con fuerza, exploran las zonas de silencio y las zonas minadas donde hablar parece imposible o peligroso, como si el lenguaje fuera una forma de conocimiento, un método que cuestiona. Al mismo tiempo, Riste escribe sus memorias "de showman y héroe inválido".

Situada en una época en que "el capital embellece" y "la belleza triunfa en el mundo", en la era menemista del éxito a toda costa, Dóberman puede leerse, también, como una toma de posición respecto de la escritura. El artista tiene que meter los pies en el barro, como un minero. "Debe mostrar que se mancha los pies con los charcos y el barro, y que no es renuente a las pequeñas bajezas dobermanianas."

La cabeza de Riste se hace entender porque habla el lenguaje de la rabia, común a la cordura y la locura. La rabia es el puente y es, además, una fuente inagotable de lenguaje. "Nunca lo que en verdad importa se expresa claramente", piensa Riste. Será por eso que a veces ladra y que quizá en sus ladridos se exprese claramente lo que importa de verdad.

Los buenos libros cambian algo en el lector porque reclaman un lector diferente. El escritor pone en palabras lo que estaba callado y el lector se descubre capaz de escucharlo. En Dóberman, el lector se descubre capaz de entender la rabia y el dolor, el silencio de Riste y su voz, que habla con la fuerza del ladrido y la furia.

Perro antidroga capturó con heroína a gato 'mula' en una cárcel

Al parecer, uno de los reclusos amaestró al animal para recibir la droga en la penitenciaria

foto:archivo.fuente:eltiempo.com

Un gato, entrenado por un recluso de una cárcel de la República Tatarstán para portar drogas, fue capturado con más de 15 gramos de heroína en su collar por un perro policía, según informó el Servicio Penitenciario de esa república rusa a orillas del Volga.

"En el collar del gato fueron hallados más de 15 gramos de heroína. Lamentablemente murió poco después a causa de las heridas sufridas durante su captura. Además, estaba muy débil", precisó Inga Mazurenko, portavoz del Servicio Penitenciario, citado por la agencia Interfax.

La investigación estableció que uno de los reclusos ideó un ingenioso plan para recibir droga en prisión: amaestró a un gato que vivía en el penal y después se lo hizo llegar a unos amigos fuera del recinto penitenciario.

"Los conocidos del acusado hicieron pasar hambre al pobre gato durante varios días y después le colocaron un collar con heroína oculta y lo soltaron en las inmediaciones de la cárcel", explicó.

La idea del preso era que el animal, muerto de hambre, regresara con él para ser alimentado. Sin embargo, la droga no llegó a su destinatario: la dirección de la prisión fue informada de la existencia de este inusual "camello" y preparó una operación para capturarlo. Para que el felino no se colara dentro de la cárcel, su captura fue encargada a un perro adiestrado para la detección de narcóticos.

No descartó que durante la investigación se abra una causa contra el recluso y sus cómplices por maltrato animal.

Los cínicos griegos como preludio anarquista

Bajo el emblema del perro (kúon) los filósofos cínicos aparecieron en la vieja Atenas como un movimiento de oposición radical a la cultura y la política de la época

Carlos García Gual.¿El último sabio? foto:CLAUDIO ÁLVAREZ.fuente:elpais.com
Con su actitud irreverente despreciaban la civilización y todas las convenciones sociales en su audaz invitación a la anarquía, rechazando el orden, con libertaria desvergüenza. Proclamaron la igualdad de todos los seres humanos, sin distinción de clases, naciones ni sexos. Eran cosmopolitas, no participaban en los asuntos de la ciudad, aborrecían los lujos y comodidades, se burlaban de los ritos y las creencias religiosas, prescindían de los placeres refinados, gustaban del amor libre, y consideraban el trabajo y el esfuerzo fundamento de la virtud. Todo ello, como es obvio, resultaba muy provocativo en el mundo griego, incluso en una democracia como la de Atenas; y muy en contra de lo que pensaron Platón y Aristóteles.
Por otra parte, no ambicionaban el poder ni pretendían cambiar la sociedad insensata de la época proponiendo un nuevo modelo antiburgués. Por más que imaginaron curiosas fantasías utópicas de diseño igualitario y anarquista. Fueron, por lo tanto, más rebeldes que revolucionarios, pensadores individualistas, sin grandes ilusiones respecto a la aceptación de sus puntos de vista por la gran mayoría de sus convecinos. (Si el sabio Bías dijo que "los más son malos", muchos filósofos pensaban que la mayoría de la gente son necios).
Los cínicos fueron una secta filosófica callejera y sin escuela fija. Perduraron como alegres vagabundos de mantos burdos, alforja mínima y bastón de peregrino. A través de Antístenes conectaban con Sócrates, y después, gracias al amistoso Crates, inspiraron a Zenón y los estoicos, filósofos más respetables y predicadores virtuosos. El tipo más famoso de la secta fue Diógenes, apátrida y mordaz, que no tenía nada, vivía en una tinaja, se burlaba de todo, y escandalizaba a menudo. De él circularon pronto estupendas anécdotas, como la famosa de que, cuando Alejandro le visitó y dijo que le pidiera un deseo, le repuso que se apartara del sol y no le hiciera sombra. El buen cínico no espera nada, no desea nada; austero, apático, libre, busca una vida natural, como la del perro. En su "regreso a la naturaleza" anticipa la conocida tesis de Rousseau acerca del "buen salvaje", y resulta un evidente precursor de los afanes ecológicos modernos. Crates imaginó una isla ideal poblada de cínicos, Pera (la de la Alforja), "sin necios, ni parásitos, ni glotones, ni culos prostituidos; que produce tomillo, ajos, higos y panes; cosas que no invitan a guerras ni honores, y donde no hay armas ni dinero". Como señaló Peter Sloterdijk, el cínico antiguo es muy distinto del tipo que ahora llamamos "cínico" (para su distinción utiliza la consonante: Kynikós frente a Zynikós). El cínico moderno es más bien un hipócrita: no cree en nada y desprecia en su interior las convenciones sociales; pero disimula y se somete por comodidad y afán de medro.
El anarquismo moderno es una doctrina revolucionaria y de empeño político. Surge de un anhelo de una sociedad mejor, más justa e igualitaria; es filantrópico y compasivo, si rechaza el orden actual (anarquía viene del griego an-arché "desorden") es porque confía construir otro, mejor para todos, donde reine la libertad y no la opresión, en un mundo feliz. En ese ideal pueden percibirse todavía algunos ecos de la utopía antigua.

La secta del perro. Carlos García Gual. Alianza. Madrid, 1987. Crítica de la razón cínica. Peter Sloterdijk. Traducción de Miguel Ángel Vega. Taurus. Madrid, 1989. Los cínicos. R. Bracht Branham / Marie-Odile Goulet-Cazé. Traducción de Vicente Villacampa. Seix Barral. Barcelona, 2000. Filosofía cínica y crítica ecosocial. José Alberto Cuesta. Ediciones Del Serbal. Barcelona, 2006. Carlos García Gual (Palma de Mallorca, 1943) ha publicado recientemente Prometeo: mito y literatura y Encuentros heroicos. Seis escenas griegas (Fondo de Cultura Económica. Madrid, 2009. 238 y 158 páginas. 14 y 12 euros).